Enfermedad crónica
"La adicción es una enfermedad que progresa por etapas", puntualiza
en entrevista el doctor Rubén Baler, científico de la salud de la
Oficina de Políticas Científicas del NIDA. Baler explica que en la
primera etapa las personas utilizan sustancias para alcanzar la euforia
que brindan, pero este consumo de drogas se convierte muy rápido en
enfermedad en quienes las utilizan en forma crónica. El cerebro empieza a
adaptarse a la sustancia y aparecen los primeros signos de dependencia.
He aquí algunos signos que sugieren adicción: consumir la droga de
manera regular, imposibilidad de dejarla, gastar en droga más de lo que
se tiene, extralimitarse para obtener droga (incluso robar) y sentir que
se necesita la droga para funcionar cotidianamente.
Cuando se abusa de las drogas se alteran algunas zonas del cerebro
como el tallo cerebral, que controla el ritmo cardiaco, la respiración y
el sueño; la corteza cerebral, que procesa la información sensorial y
nos permite pensar, planear, resolver problemas y tomar decisiones, y el
sistema límbico, donde se aloja el llamado circuito de recompensa del
cerebro. Dicho sistema motiva al individuo a repetir conductas
necesarias para la supervivencia y la reproducción como alimentarse y
tener sexo.
Al ingresar en el cerebro las drogas obstaculizan su sistema de
comunicación e interfieren en el proceso normal de intercambio de
información neuronal. Recordemos que las células nerviosas se comunican
por medio de sustancias químicas llamadas neurotransmisores que llevan
mensajes entre ellas. Una neurona libera el neurotransmisor, que cruza
un espacio interneuronal, conocido como sinapsis, y se adhiere a un
receptor (una proteína) en otra neurona. Neurotransmisor y receptor
embonan como una llave en una cerradura.
La estructura química de drogas como la mariguana y la heroína es tan
similar a la de un neurotransmisor natural, que los receptores las
aceptan como si fueran el neurotransmisor. Otras drogas, como las
anfetaminas y la cocaína, hacen que se produzca una cantidad excesiva de
neurotransmisores naturales o evitan que el organismo recicle el exceso
de estas sustancias. En consecuencia, el mensaje interneuronal se
intensifica, impidiendo una comunicación adecuada.
La mayoría de las drogas interfieren con la actividad de un
neurotransmisor llamado dopamina, que desempeña un papel fundamental en
las sensaciones de placer. "El cerebro está condicionado a repetir
conductas que permiten la supervivencia y las drogas actúan produciendo
una activación mucho mayor de la que ocurre en las situaciones naturales
de recompensa", explica la doctora Medina Mora. "El cerebro pierde la
capacidad de sentir placer por las recompensas naturales, pues se
acostumbra rápidamente a las dosis masivas" de dopamina que se producen
al consumir una droga, y lo hace reduciendo su producción natural, o
bien disminuyendo la cantidad de receptores que captan la señal de este
neurotransmisor. Así, cuando falta la droga el cerebro ya no cuenta con
dopamina suficiente y la persona deja de disfrutar cosas naturalmente
placenteras, lo que conduce a la apatía y a la depresión. "Cuando el
cerebro comienza a adaptarse a altos niveles de dopamina, el individuo
tiene que usar más y más droga para obtener el mismo efecto", añade
Rubén Baler. Es decir, se desarrolla tolerancia a la droga. En el
individuo que ha llegado a esta etapa, la falta de droga provoca el
llamado síndrome de abstinencia, con síntomas como ansiedad,
irritabilidad, náuseas, insomnio, episodios de sudoración, temblores y
psicosis, y puede llevar a la muerte.
Ciertas investigaciones muestran que la tolerancia a las drogas puede
generar cambios muy profundos en las neuronas y en los circuitos
cerebrales, con efectos que pueden ser graves. Por ejemplo, si el abuso
de drogas altera la concentración óptima de un neurotransmisor llamado
glutamato, que participa tanto en el circuito de la recompensa como en
la capacidad de aprender, el cerebro intentará compensar el cambio
dañando en ocasiones la función cognitiva. Igualmente, el abuso de
sustancias a largo plazo suele provocar condicionamiento: ciertos
factores ambientales se empiezan a asociar con la experiencia de la
droga y provocan un deseo incontrolable de consumirla.
Este condicionamiento es tan fuerte que la adicción puede resurgir incluso tras muchos años de abstinencia.
En palabras de Baler: "El cuerpo es uno, y lo que vemos como
dependencia psicológica es una manifestación de los cambios en el
cerebro, que intenta adaptarse y manejar niveles anormales de
neurotransmisores". El consumo crónico de drogas deteriora el
autocontrol y la capacidad de tomar decisiones adecuadas. Según Baler
estas adaptaciones del cerebro a las sustancias llevan al ansia
incontrolable de utilizarlas aunque el individuo sepa que tienen
consecuencias catastróficas.
Nota de Verónica Guerrero Mothelet
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