lunes, 3 de febrero de 2014

Ahogarse en alcohol. "Cuarta y última parte"

La alternativa

"Aceptar al alcoholismo como una enfermedad y adquirir mayor conciencia del factor hereditario contribuirían a que muchas personas no sufrieran las pérdidas y padecimientos propios de esta adicción —comenta el especialista—; sabemos que siete de cada diez enfermos tienen antecedentes familiares de alcoholismo o adicción a otras sustancias. Por ello, si en nuestra familia hay signos muy claros de la enfermedad, la prevención debe ser mayor. Además, si se presenta, es importante que se trate inmediatamente. Ésta es la alternativa", subraya el doctor Francisco Cantú Guzmán.

"La atracción por el cine reside en el miedo a la muerte. Las películas crean una especie de falsa eternidad" decía Morrison, talentoso creador de "Enciende mi fuego" (Light my Fire), al hablar de una de sus principales preocupaciones. Tal vez no se habría topado con la muerte en París si hubiera buscado otras válvulas para aliviar sus emociones.

Agresividad y alcohol

El estudio de la conducta de animales, como en el caso de los primates no humanos, puede ayudarnos a entender nuestro propio comportamiento. La relación entre el consumo del alcohol y la agresividad es el tema de estudio que Esther García-Castells —doctora en ciencias fisiológicas del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM— ha llevado a cabo con grupos de monos verdes. Una de sus observaciones es particularmente reveladora: la presión social evita que se desarrolle alcoholismo.

Los animales investigados son machos y hembras adultos, juveniles e infantes, que viven en grupos formados por un mínimo de seis y un máximo de diez, alojados en jaulas de 25 m2 situadas al aire libre. Los registros de conducta se realizan durante dos horas diarias. En la primera los animales no tienen acceso al alcohol (registro de control sin bebida). Durante la siguiente hora se les permite consumir libremente una preparación que contiene agua azucarada y 15% de ron. A pesar de que los animales disponen en todo momento de agua y alimento, tienen una preferencia clara por la preparación con alcohol.

La doctora García-Castells indica que la vida en grupo requiere de un balance adecuado entre dos fuerzas: la afiliación (abrazarse y estar juntos) y el agonismo (lucha por el dominio del grupo). Las conductas afiliativas son de suma importancia para la cohesión social de los grupos y sirven en muchas ocasiones para frenar la agresión. A través de las conductas agonísticas se establecen y mantienen las jerarquías de dominio social, indispensables para conservar el orden. Cuando los grupos tienen acceso al alcohol, los monos dominantes tienen prioridad para beber; una vez que éstos se retiran de los bebederos, se aproximan los que siguen en jerarquía, de modo que casi todos beben.

La doctora García-Castells explica que al consumir alcohol todas las conductas se intensifican, excepto la sexual: "El alcohol facilita todo tipo de interacciones, principalmente el juego. Éste cambia no sólo cuantitativa, sino también cualitativamente: se hace cada vez más repetitivo, compulsivo y rudo. Los animales juveniles, que son los que más beben, durante el juego insisten en jalar la cola de los otros animales del grupo, incluso la del macho dominante, sin importar las consecuencias. Estos hechos disparan una conducta agresiva hacia el individuo que está rompiendo las reglas, el cual finalmente se aísla en medio de miradas amenazantes e, incluso, de agresiones físicas, como mordidas". El rechazado deja de beber y se retira a un rincón de la jaula; así, debe dormir solo, pasar frío y reducir sus posibilidades de contacto social, hechos que, de continuar, ponen en riesgo su vida. Por ello, el animal deja de beber y utiliza sus habilidades sociales para reintegrarse al grupo. La doctora García-Castells sostiene que esto implica que la presión social del grupo evita el alcoholismo; es decir, la dependencia física del alcohol.

Otro resultado de estos estudios es la alteración de la dinámica social: "Con el alcohol, las conductas afiliativas, base de la cohesión social, se truncan por el juego compulsivo y rudo, así como por las conductas agresivas asociadas, lo cual eleva las probabilidades de que aparezcan conductas violentas debido a que la escalada agresiva no se frena".

Las extrapolaciones al caso humano deben hacerse con suma cautela; sin embargo, los resultados obtenidos en el laboratorio subrayan la necesidad de una mayor presión social traducida en que el bebedor ocasional asuma la responsabilidad de su actos y reduzca con ello el riesgo de convertirse en víctima del alcoholismo. "Además de esto —concluye la investigadora—, el consumo sistemático de alcohol no sólo altera la vida del individuo, sino también la del grupo social del que forma parte, particularmente de su familia".

Gabriel Nagore es periodista y editor, y desde hace varios años se dedica a la divulgación de la ciencia.

Gabriel Nagore 

 

Investigacion extraida de la Revista Cinetifica de la UNAM ¿Cómo ves?